En muchas ocasiones las crisis económicas y los problemas del sector donde se desarrollan las actividades productivas de una empresa experimentan caídas o pérdidas de valor que impulsan cambios dentro de las organizaciones.
Estos procesos de cambio, que obligan a realizar una transformación y adaptación a nuevos modelos empresarial se considera como una reestructuración empresarial.
Este cambio en los procesos permitirá que las empresas logren mejorar su competitividad y aumentar el funcionamiento productivo de la organización.
Existen diversas formas de generar una reestructuración empresarial de forma adecuada; cada empresa es independiente y puede adoptar el mejor tipo de reestructuración a su conveniencia:
Una vez analizamos la realidad empresarial, tratamos de diversificar los riesgos si existen diferentes negocios dentro de una Sociedad, en todo caso reduciéndolos y racionalizándolos, realizando actuaciones desde el punto de vista jurídico mercantil (fusiones, escisiones y canjes, básicamente), económico y financiero, laboral (ERES y protocolos laborales), y, en su caso, de gestión de excedentes de tesorería nacionales e internacionales a través del concepto de GRUPO.
Una reestructuración es especialmente necesaria cuando una empresa que ha crecido acumula patrimonio (terrenos, construcciones, excedentes, varios negocios…), ya que este patrimonio puede ser expuesto y comprometido ante los problemas de la empresa como: falta de crecimiento, conflictos familiares o laborales, por ejemplo.
A través de las operaciones de reestructuración, tales como escisiones, fusiones, canjes de valores, colocamos a la empresa en mejores condiciones para ser sostenible y para crecer. Con estas operaciones mejoramos considerablemente la organización corporativa, profesionalizando la gestión del riesgo a través de su diversificación, y reforzamos las posibilidades de continuidad empresarial.